lunes, 22 de octubre de 2007

Las manos de mi abuelo





Ese es mi abuelo, 76 años, un divino mi abuelo, odia que le den besos y que le saquen fotos, así que tuve que correrlo varios días seguidos para tomarle esta.

A la tardecita en el verano cuando empiezan a cantar las chicharras, tiene la costumbre de hacerse su mesita en el patio y tomar algún vinito con salamines caseros, pan fresco y biscochitos con queso. Un merecido premio para alguien que aún jubilado no para en todo el día.

Mi abuelo tiene un pasado humilde, una casita sencilla pero hermosa que construyó con sus propias manos, la tiene a mi abuela con la que se pelea todo el tiempo pero la quiere más que a su vida, su huerto, su auto de siempre y su bicicleta, la misma bicicleta que lo llevo durante años al trabajo.

Mi abuelo trabajó 48 años ininterrumpidos como obrero en una importante empresa láctea. Siempre fue un trabajador honesto, abnegado y respetuoso de su patrón, para mi gusto demasiado respetuoso, pero ese es otro tema.

Antes de irme del país almorzaba con mis abuelos y mis tíos casi todos los fines de semana, parecíamos “Los Benvenuto” ahí firmes, toda la familia. Juntarnos a comer un asadito y/o los tallarines que amasaba mi abuela era el ritual obligado, quedábamos tan llenos que teníamos que salir a dar varias vueltas alrededor del jardín para que nos bajara la comida y nos reíamos mucho, nos reíamos de todo. Hoy, a lo lejos, cada vez que el sol me pega en la cara los domingos y siento olor a flores, me imagino que estoy en el jardín de mis abuelos y no me dan ganas de volver abrir los ojos.

Mi abuelo es de esas personas que cumplió toda su vida con sus deberes cívicos, legales y políticos, sobrevivió a la onda expansiva de montones de gobiernos distintos, de revoluciones , del peronismo, de la dictadura, del radicalismo, de la hiperinflación, del primer "corralito" que le quitó toda su plata, de tantas equivocaciones del pueblo argentino y del segundo corralito que le volvió a quitar todo...

y después me fui yo... a eso también sobrevivió y nunca me hizo sentir ninguna culpa.

Mi abuelo tiene las manos gordas, curtidas, manchadas, tan secas que a veces se le lastiman, no podría contabilizar todo lo que hicieron esas manos por el país. Todavía come asados y tallarines caseros y se ríe de todo y el domingo también va a ir a votar por el menos malo, porque entre el 6 y el 9 de noviembre nace su primer bisnieto y el país tiene que seguir para él, y él sigue...

Estoy agradecida de tenerlo.

Cuantos abuelos así habrá en Argentina?? , por suerte...muchos...